Las rentas que genera la posesión de hidrocarburos –principalmente petróleo y gas– son la fuente de riqueza más importante para casi todos los países productores. Y todos se apropian de gran parte del sistema. Excepto, claro, la Argentina.
Nuestro país es un caso único en el mundo, ya que ningún otro país privatizó totalmente el petróleo, el gas y la electricidad. Y quienes no capturan la casi totalidad de las rentas generadas por esos recursos, lo hacen en parte y manteniendo el control de precios internos. Eso sucedió en Argentina desde 1907 –cuando se descubrieron los primeros yacimientos y nació YPF–, hasta los ’90, con la gestión de Carlos Menem.
Como señala Gustavo Calleja –director del Instituto de Energía e Infraestructura de la Fundación Illia y ex subsecretario de Combustibles de la Nación–, la desregulación significó para los combustibles líquidos “el abandono de los precios oficiales determinados en base a los costos internos, y su reemplazo por un sistema basado en las variaciones del precio internacional, algo absurdo para un país que sólo importa el dos por ciento del petróleo que se procesa”.
Antes de la reciente devaluación –según Calleja–, la renta petrolera se incrementó a 14 mil millones de dólares, de la cual el Estado argentino participa en un 30 por ciento, y el resto se va al exterior.
LA VOZ DEL INTERIOR - 24/1/2003
http://www.intervoz.com.ar/2003/0124/suplementos/economico/nota142677_1.htm
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