Un avión Argentino voló movido a soja
Fecha Thursday, 22 November a las 23:18:07 Tema Política Energética
Es la primera vez en el hemisferio sur y la segunda de la historia aeronáutica mundial.
En una turbina llevaba querosene aeronáutico y en la otra, Biojet, elaborado con aceite vegetal; la prueba fue en Córdoba.
La vaharada de gases de la otra turbina parece más
limpia y huele más bien a cocina, como si un gigante estuviera friendo
una monumental parva de papas fritas CORDOBA.- Un reducido número de
expertos congregado en la pista de la Escuela de Aeronáutica de Córdoba
espera en silencio que se encienda la turbina número uno del avión
Pucará A-561 del Centro de Ensayos en Vuelo de la Fuerza Aérea
Argentina (FAA).
Es un momento importante para tres comunidades que
no siempre hacen contacto: el complejo agroindustrial, el mundo militar
y el científico. Lo que suceda ahora podría enriquecer bastante a las
tres: se hará el primer vuelo a biocombustible del hemisferio sur y el
segundo de la historia aeronáutica mundial.
Llovió toda la mañana, pero acaba de producirse
una pausa, y hay que aprovecharla. Ahora, con ambas turbinas atronando
y calentándose, el Pucará espera autorización de rodaje hasta su
cabecera de despegue. Entretanto, los dos pilotos de pruebas recorren,
minuciosos, sus últimas listas de verificaciones.
La tobera de uno de los motores -el Pucará lleva
dos turbohélices francesas Turbomeca Astazou de 1002- vomita la
familiar humareda negruzca y acre de querosene aeronáutico (JP1) que
aflige a todos los aeropuertos. Pero la vaharada de gases de la otra
turbina parece más limpia y huele más bien a cocina, como si un gigante
estuviera friendo una monumental parva de papas fritas.
El avión suelta frenos, acelera, toma carrera
brevemente, levanta la rueda de nariz y despega, mientras los que
entienden qué se juega en este sencillo acto irrumpen en un corto
aplauso. Es que el motor con vaharada de cocina está quemando Biojet,
un cóctel integrado en un 20% por derivados de aceites de soja y en un
80% por JP1. Tiene las mismas prestaciones que el JP1, pero bastantes
ventajas potenciales en lo ambiental (menos emisiones de carbono fósil
y de azufre) y en lo económico.
Esta es apenas la hojita más visible de un vasto
árbol de emprendimientos con potentes raíces en los sectores
científicos, educativos, agroindustriales, municipales y militares,
decididos a posicionar a la Argentina como un referente mundial en
agrocombustibles. Detrás de este “proyecto estrella” de la FAA, que
tratará de homologar internacionalmente el Biojet, patentar su receta
de fabricación y volverlo habitual en las flotas aerocomerciales de
todo el planeta, hay otro proyecto nacional mucho mayor. Se llama
“Generación y optimización de tecnologías de producción de
biocombustibles”.
Un
proyecto ambicioso
Dentro de 48 meses, estarán funcionando en
terrenos de la municipalidad de Junín el primer laboratorio de
investigación, desarrollo, referencia y garantía de calidad en
biocombustibles y una planta piloto experimental anexa para biodiésel.
Entretanto, se estudia la factibilidad de una planta piloto similar en
Chacabuco, pero para ensayos de fabricación de bioetanol a partir de un
cultivo nuevo para el país: el sorgo dulce. La “movida”, iniciada y
conducida por la Fundación Innova-T a través de un proyecto financiado
por la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, engloba
al Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
(Conicet), la petrolera Enarsa, las municipalidades de Junín y
Chacabuco, la Universidad del Noroeste de la Provincia de Buenos Aires
(Un.No.Ba), la Fundación Democracia y una pléyade de firmas
agroindustriales, como la semillera Don Atilio, ELB Global SA,
Desarrollos y Tecnología SA, Ontai Hermano Sol SA, Energía Ecológica
SA, amén del llamado Consorcio Productivo del Noroeste de la Provincia
de Buenos Aires, que agrupa a las principales industrias de un total de
siete municipios: los mencionados y además General Pinto, Lincoln,
Leandro Alem, General Arenales y Ameghino.
“Hay mucho por hacer -dice el Dr. Roberto Marqués,
de Innova-T-. Por una parte, identificar, mejorar y poner en valor las
mejores especies vegetales para fabricar combustibles líquidos. Esto
significa ir más allá del paradigma actual de soja y maíz y pampa
húmeda y abrirse a cultivos muy nuevos para el país, de modo de que el
agro energético no le quite tierras al agro alimentario ni encarezca
los precios de los comestibles. ¿Algunas plantas que son candidatos
obvios? El sorgo dulce para bioetanol y la colza para biodiésel o la
jatrofa -muy oleaginosa- en tierras áridas. Pero el proyecto es mucho
más ambicioso: queremos identificar incluso algas cultivables en escala
industrial capaces de generar biocombustibles.
“Por otra parte -continúa Marqués-, tenemos que
agrupar y formar investigadores en nuevas fuentes de agrocombustibles,
que casi no hay. Y además, inventar y desarrollar nuevos productos,
como ha sido el caso concreto del Biojet de la FAA. Y también hay que
transferir a la industria los correspondientes «paquetes tecnológicos»
y las certificaciones de calidad correspondientes. Y como cierre hay
que desarrollar, junto con cada producto, el know-how de gestión de
residuos que genere su fabricación. Es una agenda enorme. Lo que
queremos es que en el futuro mercado mundial de agrocombustibles la
Argentina ponga inteligencia, y no sólo tierra.”
Tras unos circuitos en torno del aeródromo, el
avión viene ya en recta final de aterrizaje. Planea unos segundos a ras
del suelo, levanta la nariz, toca tierra con una rueda trasera, apoya
las otras dos, frena, carretea, se detiene. Nuevo aplauso, gritos de
entusiasmo. Fundamentado en que el mercado aerocomercial futuro para
combustibles “bio”, como premio, es cualquier cosa menos pequeño. Y la
sorpresa mayor es que la FAA corre -hoy por hoy- sola y en la punta del
pelotón mundial.
Por Daniel Arias
Para LA NACION
Fuente: Diario La Nación 30 Marzo, 2007
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