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Mario Benvenuto
 
Reflexiones sobre los orígenes de la ingeniería química en Argentina

Presentación del Ing.Qco. Mario Benvenuto en el 75 aniversario de AAIQ

Generosamente, el colega Oscar Pagola me ha pedido que diga unas breves palabras sobre los orígenes de nuestra disciplina en el marco de los festejos del 75° aniversario de la fundación de la Asociación Argentina de Ingenieros Químicos.

Inmersos en la crisis moral, política, social y económica más seria desde nuestra consolidación como Nación en 1860, es saludable detenerse para analizar las motivaciones y valores de quienes nos precedieron. Es posible aprender algo. Me detendré en dos hombres fundamentales para la creación de los estudios de ingeniería química en Argentina: Horacio Damianovich (1883-1959) y Josué Gollán (1891-1975).

Damianovich, nacido en Buenos Aires en una familia de inmigrantes eslavos, se doctoró en química en la Universidad de Buenos Aires. En 1919 era profesor de Fisicoquímica en Ciencias Exactas donde gozaba de un sólido prestigio como docente e investigador. Era miembro de la Sociedad Científica Argentina y director de su revista Anales. Damianovich estaba absolutamente convencido de la importancia que los estudios de las ciencias básicas y la investigación aplicada tenían para la modernización de los estudios universitarios y para el desarrollo industrial del país. En 1914 había preparado un proyecto, reiterado en 1917, para reorganizar la Escuela de Química de su Facultad. En este último incluyó la creación de la carrera de ingeniería química.

Gollán, nacido en Santa Fe, era nieto de un constructor escocés que hizo reparaciones en la Catedral santafesina, en 1833. Hizo sus estudios secundarios en el colegio jesuita y en 1913 se doctoró en química en la Universidad de Buenos Aires. Poco después fue designado profesor de Química General en la escuela de Farmacia de la Universidad Provincial de Santa Fe. En 1916, a pedido del rector Julio Busaniche, estudió la "necesidad de encarar estudios de química industrial en la provincia". Sus dudas respecto a la posibilidad de contratar los profesores adecuados, la carencia de edificios y laboratorios y las dificultades presupuestarias de la provincia, hicieron que recomendara posponer la iniciativa.

Ambos, pues, concibieron la idea de fundar estudios de química industrial casi simultáneamente demostrando así una gran contemporaneidad académica. En los EEUU tenía menos de diez años y en Europa estaba en ciernes.

Cuando el Congreso Nacional de Química, en 1919, rechazó por tercera vez la propuesta de Damianovich para modernizar los estudios en Ciencias Exactas invocando razones poco serias, la ocasión fue providencial para la recién creada Universidad Nacional del Litoral, en Santa Fe. Gollán, que había sido alumno de Damianovich, interesó a éste para que organizara la Facultad de Química Industrial y Agrícola y sugirió su nombre al ministro de Justicia e Instrucción Pública, José Salinas. Damianovich fue designado Delegado Organizador y en una de sus primeras resoluciones, del 19 de abril de 1920, abrió la inscripción para estudiar "Ingeniería Química" fijando sus requisitos.

Damianovich tenía muy claros los objetivos generales y específicos. En el discurso inaugural dijo: cito "...¿se justifica la creación de una facultad como ésta en nuestro país?... ¿tienen las industrias químicas un desarrollo suficiente como que los poderes públicos gasten recursos en fomentar la formación de estos técnicos?...ambas preguntas, equivalentes a dudas, estarían de más si no existieran personas que aún creen que solamente deben prepararse técnicos cuando los reclamen las industrias ya creadas...es por eso que la mayoría recurre al extranjero para solucionar los problemas que enfrenta...Pero las facultades técnicas modernas tienen como misión fundamental la formación de investigadores capaces de hacer surgir industrias del seno de los laboratorios por la adecuada explotación de las materias primas no utilizadas aún racionalmente...y modificar y crear procesos de utilidad práctica, algo que sólo puede hacerse luego de una larga elaboración intelectual...", cierre de la cita.

Rápidamente se incorporaron como profesores José Babini, ingeniero civil y profesor de matemáticas que había asombrado en 1917 a Julio Rey Pastor, el famoso matemático español; Francisco Urondo José Minervini y Carlos Kicklison, ingenieros civiles y compañeros de Babini; y Angel Mantovani, doctor en química y ex alumno de Damianovich en Buenos Aires. Y entre 1924 y 1927 se incorporaron como profesores contratados Gustavo Fester, doctor en química y ex alumno de Röetgen y Thiele; Domingo Maturo, ingeniero electricista; José Piazza, italiano graduado de ingeniero químico en el Politécnico de Zurich; y Jorge B. Mullor, santafesino, doctor en bioquímica.

Hacia 1928 la carrera estaba bien afianzada y su plan de estudios incluía diecinueve materias y una tesis final. La excelencia de los estudios y el prestigio de la facultad se pusieron rápidamente de manifiesto. El primer egresado fue Gregorio Kleer a quien se le expidió su título el 19 de diciembre de 1926. Kleer se dedicó a la docencia y fue profesor de Mineralogía.

Los esfuerzos de perfeccionamiento de profesores y alumnos fueron permanentemente alentados por las autoridades. Así, en 1927, viajaron a Europa Josué Gollán para realizar un curso de edafología en Francia y el ayudante Francisco Bertuzzi, a Alemania para perfeccionarse en química industrial. El presupuesto anual de ese año fue de $ 233,500 y se matricularon 48 estudiantes.

Durante más de veinticinco años la Facultad de Química Industrial y Agrícola fue la única institución donde se impartió la enseñanza de la ingeniería química en el país. Además, en sus aulas se formaron técnicos de todos los países hermanos: uruguayos, paraguayos, bolivianos, peruanos, venezolanos y colombianos.

Entre 1926 y 1946 se graduaron 87 ingenieros químicos. De ellos, veintisiete se dedicaron a la docencia, once a la investigación y cuarenta y nueve a la producción industrial ocupando, luego, posiciones de privilegio en la mayoría de las empresas industriales del país.

Ni las serias dificultades iniciales, ni las numerosas intervenciones sufridas por la UNL (1922, 1928, 1931 y 1946), ni la incomprensión de funcionarios y políticos, ni los magros presupuestos, impidieron que ese esforzado y pequeño grupo de profesores que habían reunido Damianovich y Gollán, jóvenes, inteligentes, decididos, lograra crear y afianzar la enseñanza de la Ingeniería Química en Argentina. A partir de 1926 comenzaron a egresar de Santa Fe profesionales capacitados que fueron muy bien recibidos por una industria, privada y pública, que iniciaba una nueva etapa y estaba ávida de sus aportes.

Los profesores fundadores formaron, con generosidad, un pequeño grupo de discípulos que se dedicó con la misma pasión que sus maestros a la docencia e investigación, asegurando la continuidad de la Facultad.

En la mentalidad de esos hombres estaba muy claro que la misión universitaria es una sabia mezcla de docencia e investigación. Ello quedó plasmado en la creación del Instituto de Investigaciones Científicas y Tecnológicas cuya brillante producción científica fue documentada en su revista Anales. El esfuerzo, iniciado por Damianovich, Fester y Piazza, fue continuado por Berraz y Virasoro y hacia 1946 había producido un interesante grupo de jóvenes entre los que se destacaban Méndez y Vergara.

Pero, las intervenciones de 1943 y 1946 diezmaron los cuadros tan trabajosamente desarrollados. Un pequeño grupo intentó mantener vivo el esfuerzo pero se precisaron más de quince años para reconstruir el daño infligido por las expulsiones y renuncias. Los profesores fundadores, en su mayoría de Buenos Aires, que se habían integrado rápidamente en las redes sociales de Santa Fe enriqueciendo la vida cultural de la ciudad, se dispersaron.

El balance de los primeros veinticinco años de la Facultad de Química Industrial y Agrícola de la UNL es ilustrativo y positivo. Las más importantes empresas industriales privadas y pública contaron con sus esfuerzos. Duperial, Ducilo, Molinos Río de la Plata, Compañía Argentina de Cemento Pórtland, Algodonera Flandria, Fabril Financiera, Electroclor, National Lead Co., Celulosa Argentina, entre las primeras y Yacimientos Petrolíferos Fiscales, Gas del Estado, Obras Sanitarias, Ferrocarriles Argentinos, y oficinas químicas y departamentos de obras públicas de todo el país, entre las segundas, son reveladoras de la auspiciosa aceptación que la carrera de ingeniería química tuvo en el campo industrial del país.

En la década del ‘50 se incorporarán otras casas de estudios en Buenos Aires, La Plata y Bahía Blanca que continuarían dando lustre a una profesión que ya había arraigado.

Aquellos hombres merecen nuestro reconocimiento y nuestro respeto.

Mario R. Benvenuto
Martínez, 28 de Noviembre de 2003


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