A FONDO: JUAN ROEDER, FISICO
La ciencia, esa punta de iceberg. Las investigaciones crecen en el mundo de manera exponencial y quizá sea la física una de las áreas donde el trabajo interdisciplinario depare mayores riquezas. Así lo cree el físico Juan Roederer, uno de los grandes científicos argentinos que debió abandonar el país en 1966.
Doctorado en la UBA, Roederer
dirigió por una década el Instituto de Geofísica de la Universidad de
Alaska, en cuyos claustros hoy sigue trabajando. Fue premiado tres veces
por la NASA por su tarea en la misión Galileo a Júpiter y Eudeba acaba
de reeditar su "Mecánica elemental", el libro con el que se formaron varias
generaciones de científicos argentinos.
Cuando tenía diez años, en 1939, usted llega a la Argentina con su
familia, escapando del nazismo. Pero años después la violencia lo volverá
a obligar a partir, ¿verdad?
—Sí. En 1966 acababa yo de volver de Estados Unidos, donde había sido
profesor visitante en la NASA y a las tres semanas se produce la Noche
de los Bastones Largos. En ese momento el Departamento de Física de la
facultad de Ciencias Exactas de la UBA estaba a la par de los departamentos
de física de Estados Unidos y Europa, de manera que el impacto fue realmente
tremendo. Toda una generación de estudiantes quedó en el aire. Pero no
tuve más remedio que renunciar, como tantos otros profesores.
·¿Qué busca un científico al emigrar? ¿Qué obtiene en otros países?
—Mirándolo desde un punto de vista objetivo, los científicos de alta jerarquía
y aún los recién recibidos tienen muchas oportunidades en otros países.
Pero no van estrictamente en busca del dinero. El científico, especialmente
el científico puro —el que hace su trabajo para averiguar cómo funciona
el mundo, no con vistas a aplicar el conocimiento— busca tranquilidad
y medios para hacer ciencia. Cuando hay una erupción política y desaparece
la tranquilidad, los científicos en general, como dicen lo que piensan,
suelen recibir más maltrato que el resto de la población. Por eso buscan
recuperar el clima apropiado para pensar y trabajar.
·En estas cuatro décadas ha habido un crecimiento del volumen de la
producción científica que la hace superior a la producción de los cuatrocientos
años anteriores. ¿Qué se puede esperar que ocurra en los próximos años?
—El volumen de las publicaciones científicas crece exponencialmente y
es casi imposible predecir lo que va a pasar en diez años, porque yendo
nada más que diez años para atrás vemos que hubo novedades imprevistas
que ni siquiera se podían sospechar. Yo creo que lo más significativo
de lo que está pasando en los últimos veinte o treinta años es la interdisciplinariedad.
Por un lado, necesitamos especialistas; en física lo sería un individuo
que estudia un aspecto determinado: la nanotecnología, por ejemplo. Pero
por otro, ese trabajo en un ámbito especializado no se puede hacer si
uno no trabaja en cooperación con biólogos, ecólogos o sociólogos. Esta
mezcla depara un desarrollo enorme. Los físicos se involucran en la biología
y viceversa; incluso se involucran en áreas de la economía donde se aplican
principios como el de entropía. Es fabuloso lo que está pasando.
·¿Pero algunas teorías no van adquiriendo un grado tal de abstracción
que alejan la posibilidad de que el común de las personas pueda comprenderlas?
—Eso ha sido siempre así y es inevitable. Nosotros siempre decimos que
los científicos conformamos una clase privilegiada. Tal vez suene raro,
pero hemos pasado diez, quince años estudiando un área en particular,
y no todos los hombres han tenido esa posibilidad. Logramos entonces información
y cierta capacidad de razonamiento que la persona promedio no tiene. Pero
bueno, ésta es la profesión del científico, y nuestra misión es poner
en uso todo el conocimiento acumulado. Y, si somos científicos serios,
nuestro estudio nunca termina. Siempre digo que hay que seguir estudiando
y trabajando hasta que nos caigamos muertos. De manera que sí, siempre
va a haber aspectos de la ciencia que van a ser difíciles de comprender
para la persona que no ha pasado por estos quince años de entrenamiento.
Pero, por otro lado, siempre recuerdo al profesor Werner Heisemberg, que
nos decía a los jóvenes investigadores: "Si usted no le puede explicar
algo, sea mecánica cuántica, sea otra cosa complicadísima, a su abuela
para que ella lo entienda, pasan dos cosas: o usted no lo entiende o está
mal lo que trata de explicar".
·Es como lo inverso de aquello que expresó Bertrand Russell en diálogo
con un interlocutor que no entendía la teoría de la relatividad. Fue reduciendo
el nivel de complejidad de la explicación hasta un punto en que se transformó
en tan elemental que su interlocutor la entendió. Ahí Bertrand Russell
acota: "Pero eso ya no es la teoría de la relatividad".
—Sí, eso puede suceder. A mi difunto amigo Carl Sagan, el mejor divulgador
de la ciencia, lo atacaban mucho los científicos porque decían que hacía
"mula" en sus explicaciones. Simplificar una explicación y torcer un poco
la veleidad científica para que un no científico entienda no es un pecado,
con tal que no se llegue a conclusiones falsas. Lo importante es administrar
la información para que la persona entienda, aunque no pueda resolver
una ecuación.
·¿Todas las teorías, aun las más abstractas, admiten la verificación
empírica?
—Toda aseveración física debe ser verificada; si no, es una creencia,
es religión. La religión se compone de verdades absolutas, que uno cree
o no, pero que no se demuestran. Se deben respetar las creencias, pero
no confundirlas con la ciencia. Y si una teoría hoy no puede verificarse,
habrá que esperar; pero si dentro de veinte años no se ha verificado,
entonces deberá ser sustituida.
·¿Considera que en nuestra época, en contraste con el inicio del siglo
XX, terminaron las grandes revoluciones científicas?
—Creo que sí, en el sentido de que la física está siendo un poco aburrida:
más de lo mismo, más precisión. Pero yo creo que se aproxima una revolución,
y no en la física sino en la combinación de física con neurociencia, en
lo que se refiere a entender cómo funciona el cerebro. En la física de
materia condensada, que es el capítulo quizá que en estos momentos está
progresando más, la revolución va a estar dada por su aplicación a sustancias
biológicas, por la creación de nuevas sustancias orgánicas, por los estudios
de las propiedades físicas, elásticas, etcétera, de las proteínas.
·Nuestro país, que supo generar tres Premio Nobel científicos y desarrollar
una tradición de investigación en física como la que usted integró, ¿qué
puede hacer para recuperar ese nivel?
—Argentina tiene científicos brillantes, muchos de ellos jóvenes, y lo
primero que hay que hacer es evitar que se vayan. Hay que darles condiciones
de vida para que puedan mantener a sus familias. Eso es lo primero. Luego,
hay que darles los medios de investigación, y si no se puede contar con,
por ejemplo, un costosísimo acelerador de particular, hagamos un contrato
o trabajos en cooperación con otro país que sí lo tiene, tratando que
la sede del científico esté aquí y no allá.
·¿Por qué se interesa por la música? ¿Qué relación hay entre física
y música?
—Pero, ¿qué es la música? Son ondas acústicas de una cierta organización.
Ahí hay física. ¿Qué pasa en un instrumento? Por ejemplo, en un violín
vibran la placa de abajo y la de arriba, y las cuerdas. ¿Qué es eso? Física.
O sea, en toda la cuestión de la, llamémoslo, infraestructura de la música,
está presente la física. Esa es una conexión. La otra conexión se presenta
en las neurociencias. Una vez que ingresa la vibración, es interpretada
por el sistema nervioso. Y hoy día, más y más físicos están estudiando
con neurofisiólogos y con neuropsicólogos el procesamiento de información
en el cerebro. Y los procesos que ocurren en el cerebro al procesar sonidos
musicales, al imaginar sonidos musicales, al reaccionar a sonidos musicales,
están relacionados con el lenguaje. Yo creo que la música es un coproducto
del lenguaje humano. Ese es el origen genético de la respuesta a la música
que tienen los humanos y sólo los humanos.
·¿Sería como un lenguaje?
—No. Yo siempre hago la siguiente comparación: un gato juega con una bolita,
pero no la puede comer. Entonces, ¿por qué juega con la bolita? ¿Por qué
no va a buscar algo que pueda comer? Juega porque tiene un comando instintivo
de entrenarse para cazar y lo ejercita con un movimiento muy refinado.
Nosotros, los seres humanos, venimos con un instinto de prestar atención
a sonidos y hacer cosas con los sonidos puros, y esa atención es recompensada
con una sensación de agrado, como el gatito que juega con una bolita tiene
una recompensa de agrado que lo motiva, que no tiene que ver con su posibilidad
concreta de alimentarse. La música no sirve para nada, en lo que respecta
a lo objetiva y lo biológico. El lenguaje sí, pero la música no.
Y sin embargo está: reaccionamos a ella, la hacemos, la amamos. ¿Por qué?
Porque nuestra forma intuitiva de entrenarnos es un comando viejo que
está ahí, es un dispositivo para procesar información acústica, información
que necesitamos y que es muy difícil de procesar para el lenguaje. «ésa
es la visión de la evolución de la música, y ella se conecta con los procesos
de imaginación. El lenguaje requiere una maquinaria de imaginación tremenda
en el cerebro. Y todo eso va en conjunto. Estudiar música de muy chiquito
es fundamental, y ahí sí hay estadísticas: los chicos que estudian música
tienen un mejor rendimiento en matemáticas y aprenden otros idiomas más
rápido, porque ejercitan aquellas redes neuronales que también participan
en el lenguaje, en el pensar matemáticamente.
·¿Usted piensa que si hubiera otras formas de vida inteligente en el
universo sentirían lo mismo que nosotros ante la música?
—Si hay una civilización que tenga algo equivalente a las capacidades
del cerebro humano, con lenguaje, sea de la forma que fuera —y no es necesario
que fuera acústico—, yo creo que habrá evolucionado con un instinto que
hace a sus integrantes entrenarse como nosotros lo hacemos con la música.
Con el lenguaje de ellos tendrán una música de ellos, un entretenimiento
con algo que no tiene aplicación inmediata. El lenguaje tiene un fin de
supervivencia biológica. La música no en lo inmediato, pero sí en el sentido
evolutivo. Por lo tanto, yo creo que si hay una civilización con una inteligencia
como la humana, con una comunicación en algún sentido similar, habría
algo equivalente a la música, aunque eso no fuera música para nosotros.
Pero sí sería una forma organizada de información, que no tiene aplicaciones
concretas en el momento en que se emite, que se crea, que se recibe y
a la que se reacciona porque es importante para la comunicación.
·La creación emparenta al artista con el científico. ¿Cómo le parece
que funciona el mecanismo de creación de nuevas ideas?
—Es una propiedad única del cerebro humano. Y obviamente es la capacidad
fundamental. El cerebro humano tiene una posibilidad que no tiene ningún
primate, que es la de llamar a la memoria información sin estímulo exterior.
En otras palabras, sin una necesidad exterior se toma información y se
la reordena, y en esto consiste el proceso del pensamiento humano. Bajar
de la memoria información sin estímulo exterior —o introducir información
del exterior— y manejarla y volverla a almacenar. Al volverla a almacenar
ya es distinta: difiere de su estado anterior y esto es la creación.
·Usted está ahora investigando a Júpiter...
—Estudio su magnetósfera, que es la envoltura de radiación de alta energía
que tiene Júpiter, con los anillos de radiación más intensos del sistema
solar. Tenemos un instrumento en la sonda Galileo, que está en órbita
y va a morir en setiembre del año que viene, porque se ha decidido mandarla
a la atmósfera en una misión kamikaze. Ese momento va a ser el gran final,
con quince intensos minutos de observación de todo lo que se va a presentar.
·¿Y qué podemos aprender nosotros de Júpiter?
—Todos los planetas presentan una visión distinta como objetos celestes.
Júpiter es un objeto celeste y es parte del universo. Los anillos de radiación
son parte de nuestro universo, y queremos entender cómo funcionan, cómo
varían. Lo mismo ocurre con los restantes objetos del universo. Simplemente,
queremos conocer. En esa voluntad está el mayor aprendizaje.
CLARIN - Domingo 17 de noviembre de 2002
Opinion: Claudio Martyniuk - De la redacción de Clarín