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Económía: El Ingenio Popular Sostiene a Argentina
Enviado el Friday, 20 December a las 18:27:34 por opagola

Act. Actualidad Nacional e Internacional The Wall Street Journal: Sin Ayuda Internacional ni Estrategia Gubernamental, la Iniciativa Del Pueblo Argentino Salva Fábricas y Estabiliza la Economía.

BUENOS AIRES — En una feria científica en la escuela primaria General Belgrano, una niña exhibía un conejito. No era una simple mascota; era un futuro almuerzo.

En medio de la peor depresión económica de los últimos 70 años, la supervivencia se ha convertido en parte del plan de estudios de la escuela. El desempleo ha devastado al barrio de clase media donde está la escuela y no se ha visto mucha ayuda de parte del gobierno. De modo que el colegio, junto con muchas instituciones y comunidades a lo largo y ancho del país, se ha lanzado a buscar maneras de subsistir con escasos recursos.

Bajo el liderazgo de su valiente directora, Ana Suárez Orozco, el colegio estableció un mercado de trueque que permite a los padres obtener alimentos y ropa. Un programa de reciclaje junto con un taller de zapatería y panadería ofrecen la promesa de empleos para docenas de padres.

Con estos proyectos y contribuciones, el colegio multiplica los aportes del gobierno para 350 estudiantes y alimenta a 500 alumnos por día. "Este fue el peor año que hemos visto", dice Suárez. "Pero aguantamos".

Es un gran logro. En diciembre del año pasado, la inconformidad después de tres años de recesión desembocó en sangrientas protestas callejeras que derrocaron a cuatro presidentes seguidos. Los orígenes del malestar se remontan a 1991, cuando Argentina vinculó su moneda al dólar. El peso, fortalecido, impulsó un breve auge económico, pero finalmente condujo al estancamiento, haciendo a las exportaciones menos competitivas y dejando a los inversionistas más nerviosos.

Después de los disturbios del año pasado, Argentina se declaró en cesación de pagos. El peso perdió un 70% de su valor, se cerraron los bancos y los bienes básicos empezaron a escasear. La contracción que soportó el país fue el doble de profunda de la que sufrió durante la Gran Depresión de los 30.

Pero Argentina se ha mantenido en pie. El peso se ha estabilizado en los últimos cinco meses. Uno de cada cuatro argentinos está desempleado, pero la pérdida de empleos también se ha estabilizado. El dinero regresa a los bancos y a la bolsa. Por primera vez en cuatro años, Argentina ha registrado dos trimestres consecutivos de crecimiento, aunque comparado con una base muy reducida en los trimestres anteriores.

Todo esto resulta un alivio para un país que Washington consideraba en los 90 un modelo de las reformas de libre mercado. Bancos y empresas estadounidenses y europeas prestaron o invirtieron decenas de miles de millones de dólares en el país, y ahora tratan de controlar sus pérdidas. Además, con la globalización, el contagio de las crisis económicas ha aumentado. América Latina es especialmente propensa a esos contagios, sufriendo varias de sus economías enfermedades crónicas.

Pero la capacidad de recuperación de Argentina no es el resultado de una gran estrategia. Ni el gobierno de Buenos Aires ni la Casa Blanca parecen tener idea sobre cómo revivir a la tercera economía de América Latina. Por el contrario, el país se salva, hasta ahora, por el ingenio de cientos de líderes comunitarios en colegios, fábricas y asociaciones de barrios.

Los educadores han improvisado un sistema tan efectivo para proveer alimentos, servicios sociales y empleos, que los colegios han permanecido abiertos aun a la llegada del verano austral. Muchos líderes de barrio han emprendido sus propias iniciativas de ayuda.

Ante las dudas de los inversionistas locales y extranjeros sobre sus operaciones en Argentina, los trabajadores han tenido que tomar la iniciativa para mantener abiertas las plantas. En más de 100 fábricas que han pasado por la liquidación por bancarrota, los trabajadores tomaron el control de las mismas y las mantuvieron operativas, salvando 13.000 empleos, según el Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas, que agrupa a las compañías dirigidas por sus empleados. "Es como si alguien destapara un hormiguero", dice José Abelli, líder de la Cooperativa Travi, una planta procesadora de pollos que fue resucitada de la quiebra por sus empleados. "Parecía que todo era desorden, pero las hormigas estaban trabajando y construyendo algo nuevo". Cuando el agente liquidador del tribunal a cargo de la bancarrota de la empresa llegó a la puerta de la Cristalería San Justo, en julio de este año, un grupo de 200 empleados y sus familiares le bloquearon el paso.

Para asegurarse que los activos de la fábrica no fueran removidos y liquidados, los empleados mantuvieron una guardia durante las 24 horas en una carpa enfrente de la fábrica durante 10 semanas. Los trabajadores de la cristalería finalmente ganaron la batalla legal para quedarse con el control de la planta.

Las plantas administradas por sus empleados tienen que improvisar las reglas económicas más fundamentales sobre la marcha. Después de que los empleados y administradores de Tractores Zanello, un gran fabricante de tractores de la ciudad de Córdoba, tomaron el control de la firma insolvente tuvieron que enfrentarse a un dilema: ¿Cómo los clientes iban a pagar los tractores cuando el efectivo era un bien escaso?

Junto con los pesos, la empresa también acepta tres tipos de bonos emitidos por el gobierno provincial y hasta granos de soya. La planta venderá 240 tractores este año, 10 veces más que el año pasado.

De todos modos, la recuperación argentina es sumamente precaria.

La crisis ha exacerbado los problemas de pobreza en las provincias argentinas, donde gran cantidad de niños han muerto, víctimas de la desnutrición. También hay preocupación por posibles actos de violencia esta semana, en la que se cumple el primer aniversario de los disturbios que derrocaron a Fernando de la Rúa. Por si esto fuera poco, las riñas internas políticas, de cara a las elecciones presidenciales de abril pueden volver a desastabilizar la economía.

Pero la visión de la calle es menos sombría, por ahora. "La crisis ha sacado a relucir dos virtudes de los argentinos que habían sido ignoradas durante los buenos tiempos: solidaridad y creatividad", dice Jorge Selser, un cirujano del Hospital Argerich. Cuando no está ayudando en una olla popular de un comedor que alimenta a 60 personas, Selser diseña equipamiento médico que puede reemplazar importaciones que ahora son muy caras. Ha creado un tornillo de hueso que cuesta US$1.000 y que funciona tan bien como el modelo importado que cuesta US$4.000.

Tal vez no haya un grupo más representativo de la inclinación a la improvisación de los argentinos que los cartoneros, personas que juntan basura reciclable en sus carritos y que son tan comunes en cualquier parte de la ciudad como los ejecutivos con trajes italianos lo eran en las épocas de gloria de los 90.

El número de quienes se ganan la vida buscando basura se ha duplicado en los últimos dos años a unos 40.000. El Gran Buenos Aires tiene cerca de 13 millones de habitantes.

Los cartoneros ganan alrededor de US$5 al día, pero su efecto acumulativo ha sido importante. Antes de la devaluación, Argentina importaba US$100 millones en cartón de Brasil por año; ahora Argentina exporta cartón reciclado.

Al principio, estos personajes eran vistos como algo avergonzante o molesto pero ahora son un símbolo del empuje argentino.

En medio de esta efervescencia de la clase baja, la respuesta del gobierno ha sido vacilante. La medida más efectiva han sido los subsidios mensuales de 150 pesos (US$40) para los alrededor de dos millones de jefes de familia sin trabajo.

Este programa ha ayudado a calmar las tensiones sociales en algunas de las zonas más castigadas, aunque muchos se quejan que estos pagos se usan para hacer política en beneficio del gobernante partido Peronista.

Pero en parte porque los peronistas están preocupados por las luchas de poder internas en vista a las elecciones del año que viene, otras iniciativas han flaqueado.

El gobierno esperaba llegar a un rápido acuerdo con el FMI para conseguir efectivo y credibilidad. Pero el organismo multilateral y el gobierno han mantenido diferencias sobre algunos detalles durante todo el año. Argentina no ha cumplido con varios acuerdos previos y el FMI dice que no quiere quemarse otra vez.

Los argentinos afirman que el FMI está reteniendo la asistencia para poner a Argentina como ejemplo y desalentar a otros países deudores a suspender sus pagos. También se quejan de que EE.UU., el mayor accionista del FMI, está demasiado preocupado con la guerra contra el terrorismo para presionar por ayuda para Argentina.

"Uno podría morir esperando que el FMI y los gobiernos resuelvan los problemas de Argentina", dice Walter Blas, un coordinador de actividades de la Escuela 502 de Ezeiza, un barrio en las afueras de Buenos Aires. Blas, un ejemplo de cómo los educadores han servido como línea de defensa contra la crisis, ha desarrollado su propio programa de asistencia en la Escuela 502. La radio del establecimiento, que puede escucharse a kilómetros a la redonda, transmite pedidos de ayuda de residentes con necesidades urgentes.

Cuando una familia no podía pagar los medicamentos para su hija epiléptica, la emisora consiguió la medicina ese mismo día.

Cada pequeña cosa marca una diferencia. Varios alumnos se habían desmayado en clase este año porque no estaban bien alimentados. "La cafetería se preocupa de repartir las porciones más grandes los viernes y los lunes", explica Blas. "Nunca se puede estar seguro de que los niños serán bien alimentados el fin de semana".

Por Matt Moffett
THE WALL STREET JOURNAL 19/12/2002
http://online.wsj.com/public/article/0,,SB1040345239573312633,00.html?mod=spanish_whats_news

 
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